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Localidad gastronómica del mes en GastroSpain. Noviembre 2025: Santiago de Compostela


Santiago de Compostela (Localidad gastronómica noviembre 2025) - GastroSpain (1)

Santiago de Compostela es nuestra localidad gastronómica del mes de noviembre, y basta pasear por sus calles empedradas para entender por qué. En cada esquina se adivina el aroma del pan recién hecho, del mar que llega en las cestas del mercado y de los guisos que humean tras las ventanas. La capital gallega es un destino que se saborea sin prisa, un lugar donde la tradición y la calidad del producto conviven con una cocina moderna que mira al futuro sin olvidar sus raíces. Aquí, comer no es solo una necesidad, sino una forma de descubrir la identidad de todo un pueblo.


En las cartas compostelanas “nadan” merluzas, rodaballos, rapes, lubinas o besugos que se preparan a la plancha, al horno o en caldeirada; también sardinas y jureles fritos, salmón y trucha de los ríos, y la lamprea en temporada. En tierra firme mandan la ternera gallega —churrascos, solomillos y chuletones de ternura proverbial— y, con los primeros fríos, el reino del cerdo: lacón con grelos, cocido gallego y esa sabiduría popular que convierte las filloas en dulce o en salado, a veces rellenas de chorizo o morcilla. Entre medias, un imprescindible: el pulpo, “á feira” con pimentón y aceite, o guisado con cachelos.



Compostela es, además, territorio marisquero. Cigalas, nécoras, centollos, bogavantes, santiaguiños, almejas, berberechos, zamburiñas, ostras o navajas se sirven con cocciones sobrias, sin salsas que distraigan al producto. A su lado, empanadas que van del bacalao con pasas a los berberechos, y el caldo gallego que reconcilia patata, alubia y grelo bajo el perfume del unto. El resultado es una cocina honesta, nacida del respeto al origen y a la estacionalidad.


El corazón de este festín late en el Mercado de Abastos, segundo enclave más visitado de la ciudad tras la Catedral. Sus ocho naves de granito son una verdadera catedral del sabor donde conviven paisanas con sus verduras, quesos y huevos, y mostradores repletos de pescados y mariscos de las rías. La Nave 5 funciona como un mini-destino gastronómico: barras y mesas para pulpos memorables, cocina casera, propuestas con guiños japoneses, huerta creativa, especialidades marinas y una casa de filloas que juega con rellenos salados y dulces. Mariscomanía cocina al instante lo que compres, y el mercado ofrece pedidos online, reparto, shopper y un aula gastrocultural que programa talleres y presentaciones.



Fuera del mercado, la ciudad invita a recorrerla bocado a bocado. El “dulce recorrido” empieza en Rúa do Vilar —café y tarta de Santiago bajo la cruz de azúcar— y sigue por Caldeireiría y Preguntoiro, donde se alternan confiterías y tiendas gourmet. En la Rúa da Raíña y la Praza da Quintana abundan bares con vino en taza y tapas generosas; en O Franco, vitrinas de mar y tierra reivindican una hospitalidad medieval puesta al día. La Rúa de San Pedro mezcla casas “enxebres” con cocinas creativas —incluida la vegana— y el Ensanche, desde Praza de Galicia hacia el sur, suma terrazas bulliciosas y mesas del mundo.


Los vinos gallegos son el acompañamiento perfecto para este recorrido. Albariño de Rías Baixas para los mariscos, Godello de Valdeorras cada vez más afinado, Mencía de Ribeira Sacra con nervio, Ribeiro en blanco y tinto y Monterrei de baja acidez conforman un mapa enológico de enorme riqueza. Los quesos —tetilla, Arzúa-Ulloa, San Simón y O Cebreiro— completan la experiencia, junto a conservas de las rías, grelos, algas, mieles y castañas. Y para quienes buscan el sabor dulce, nada como la tarta de Santiago, los caprichos de almendra o el licor café, que resumen en un bocado toda la dulzura gallega.



Comer en Santiago de Compostela es descubrir una ciudad que ha hecho de la gastronomía su mejor carta de presentación. Desde los puestos del mercado hasta los restaurantes con estrella, desde la barra más tradicional hasta el obrador más innovador, todo aquí habla de autenticidad. En cada plato, en cada sorbo, late la Galicia más pura. Y cuando uno se despide con una empanada empaquetada o una botella de orujo en la maleta, entiende que en Compostela todo camino termina… pero el apetito, como la curiosidad, siempre empieza.

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