Los 7 platos veraniegos que deberías ilegalizar (o al menos evitar este 2025)
- Roberto Buscapé
- 14 jul
- 3 Min. de lectura

Con el verano, las terrazas se llenan, los ventiladores zumban y los menús se llenan de supuestas "delicias estivales" que, en muchos casos, merecen una inspección gastronómica urgente. En un país donde el tomate tiene más derecho que muchos a reclamar denominación de origen, y donde la tortilla es prácticamente una religión, no podemos seguir tolerando ciertas combinaciones que atentan contra la lógica culinaria y, lo que es peor, contra el paladar. Aquí va una lista —no exhaustiva, pero sí terapéutica— de los siete platos veraniegos que, por salud mental y estomacal, deberíamos evitar este 2025.
Empecemos por un clásico deformado: la ensalada César con anchoas. No nos malinterpretes, amamos las anchoas. Pero no en una ensalada que nunca las llevó en su receta original. El umami ya lo aporta la salsa Worcestershire (sí, esa que nadie pronuncia bien). Añadir anchoas es como meterle jamón a una hamburguesa vegetariana: simplemente no encaja. Salinidad por duplicado y frescor ausente. El resultado es una mezcla pesada y desequilibrada que traiciona la esencia ligera del plato.
Seguimos con un sacrilegio habitual: gazpacho con cebolla cruda. ¿En qué momento decidimos que al gazpacho le faltaba agresividad? La cebolla, con su potencia sulfúrica, rompe la armonía del tomate, el pimiento y el pepino. De refrescante a indigesto en una cucharada. Si echas de menos el picante, añade un chorrito de buen vinagre. No conviertas el gazpacho en una venganza emocional.
Luego tenemos a la eterna protagonista de controversias: la paella mixta con chorizo. Lo diremos una vez más: la paella no es un cajón de sastre. O lleva carne, o lleva marisco, pero mezclar pollo, gambones y rodajas de chorizo es como meter sardinas en una fabada. Y no, Jamie Oliver, el chorizo no "mejora" nada aquí. Lo empeora todo.
Otro caso preocupante es la tortilla de patatas con mayonesa industrial. Entendemos el impulso de añadir algo cremoso, sobre todo cuando la tortilla está seca como una suela. Pero ahí está el verdadero problema: si necesitas cubrirla con mayonesa de bote, quizá debas preguntarte por qué estás comiéndola en primer lugar. La buena tortilla se sostiene sola.
¿Y qué decir de la víctima de la "gastrosofisticación"? Ensaladilla rusa con espuma de atún y brotes de jardín vertical. ¿Qué fue de la ensaladilla de toda la vida, bien ligada, con su toque de atún, encurtidos y, si acaso, una aceituna encima? Convertirla en una montaña de texturas sin alma es traicionar el espíritu del tapeo veraniego. Si la comes con cuchara de porcelana en lugar de con picos de pan, algo ha salido mal.
Mención especial para la barbarie hecha tapa: pulpo a la gallega con kétchup. Sí, ha pasado. No una, sino varias veces. El pulpo, cocido con mimo y aderezado con buen aceite, sal y pimentón, no necesita acompañamientos yankees. Si ves esto en una carta, no estás ante un restaurante innovador, sino frente a una alerta sanitaria emocional.
Y cerramos con un gesto de alta cocina mal entendida: melón con jamón en versión "deconstruida". Porque claro, el minimalismo está de moda. Pero cuando el jamón llega en polvo liofilizado, el melón es espuma y la presentación parece más un experimento que un entrante, algo se ha perdido. El melón con jamón triunfa porque es simple, fresco y directo. No necesita un máster en física cuántica para funcionar.
En definitiva, este verano reivindiquemos la autenticidad. No hace falta reinventar lo que ya funciona. A veces, lo más revolucionario es lo más sencillo: un buen producto, bien tratado y servido con respeto. Porque la gastronomía española no necesita travestirse para destacar. Solo necesita que la dejen en paz.









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